Estábamos en plena ola de calor y aún así decidí ir a visitar
a mi hermana Susana.
Tres horas y media de viaje y llegué al pueblo donde vive con su
pareja, Jose. Lugar precioso, pero el calor asfixiante dejaba al
cerebro y su capacidad para apreciar la belleza en estado casi nulo.
Comimos, luego siesta y al despertar me dijeron que bajaríamos al
rio como todos los dias de verano para jugar al dominó con un amigo,
David.
Me pareció fenomenal, no tengo ni idea de dominó, pero
aprendería y además con lo que me hablaron de ese amigo se
despertó mi curiosidad por conocerle.
Fuimos al río, había un chiringuito mugriento pero con al menos
una enorme sombra que daba un emparrado cubriendo todas las mesas, y
abajo el río, donde la gente se estaba bañando.
Cuando llegamos, David ya estaba allí. Nos presentaron, nos
miramos y sentí que lo hacíamos como aninales, un macho y una
hembra mirándose a los ojos, oliéndose con la mirada. Ya está, fue
un instante, apartamos la vista y nos pusimos a jugar.
Cerveza, dominó, calor. No corría ni una brizna de aire, yo
creia que me iba a asfixiar, ¿para que habría ido con ese tiempo?,
me estaba arrepintiedo de un viaje que además iba a ser express, al
dia siguiente regresaba a Madrid.
Pasó la tarde, bajó el sol y comenzó a soplar un poco de aire,
alivio.... Susana me dijo que iríamos a regar su huerto, David me
propuso acompañarle al suyo y todos nos reimos:
- asi que quieres llevarme al huerto, ¿no?.
Decidí ir con mi hermana y nos despedimos de él.
Por la noche fuimos a cenar a la plaza, yo pregunté a Susana si
David solía ir por allí:
- Sí, suele venir a tomar algo después de cenar.
Pasaban las horas y no aparecía pero hacia las 24:00 le vimos con
un grupo de gente. Al rato se acercó y se sentó con nosotros.
Cervecitas y charla.
Un poco más tarde, Susana y Jose dijeron que
estaban cansados, que se iban. David también hizo ademán de
levantarse pero mi hermana le retuvo:
- Quedaros vosotros, te dejo dejo mi llave.
Nos sentamos de nuevo, cerraron el bar, cerraron todos los bares
de la plaza.
- ¿Vamos a mi casa?, tengo cerveza.
- Si hay cerveza, ¡vamos!.
Sonreí tratando de no dar muestras del deseo que ya sentía
claramente.
Fuimos caminando, la casa estaba un poco retirada del pueblo pero
no demasiado. Era hermosa, enorme, la estaba construyendo él, la
planta de abajo aún en obras, la de arriba ya terminada y preciosa,
como sacada de un cuento. Salón y habitación sin paredes, todo en
un mismo espacio.
Puso música, nos sentamos a charlar en el sofá, subió varios
litros de cerveza. Bebíamos, fumábamos y hablábamos, bueno, más
bien hablaba él y yo me sentía en lo que se suele considerar el
típico papel de hombre callado que escucha a una mujer parlanchina,
asiente con la cabeza, dice de vez en cuando: "um, ajá, claro",
pero por dentro piensa: cállate ya y follemos de una vez.
La conversación se desvió hacia temas sexuales. Calentón, nos
besamos y ahí comenzó la historia que realmente quiero contar, una
de las cosas más raras que me han pasado: ¿se puede amar
profundamente a un hombre en una sola noche?. Parece una idea
absurda, incoherente, irracional y mentirosa, pero la respuesta es
sí, se puede, y además sentir que es un amor recíproco.
El primer beso fue impactante, como si nuestras bocas fueran las
piezas de un puzzle que encajan con precisión milimétrica, la misma
humedad, la misma apertura, el mismo ritmo, la misma suavidad en los
labios y la misma fiereza en las lenguas. Esos besos iniciales, los
dos de pie, vestidos, fueron luz que estalló en mi mente con una
fuerza que jamás había sentido, jamás...
Fuimos a la cama, nos desnudamos, follamos. Lo mismo, perfección,
mismo lenguaje corporal, mismo ritmo, entendimiento y... poco a poco,
lo que era puro sexo y deseo, se fue transformando en algo más
grande. Parábamos, nos acariciábamos, ¡pero joder!, no eran
caricias mecánicas, ¿como es posible que nos acariciáramos sin
cesar sintiendo un amor tan cálido y real?. Él no me dijo que
sintiera amor pero sus manos y sus besos hablaban, no tengo ninguna
duda. He besado, follado, tocado a muchos hombres, he sentido como me
besaban, follaban y tocaban, y lo que sucedió aquella noche es un
misterio, él me amaba, yo le amaba, parecía que nos conociéramos
de mucho tiempo atrás, que hubiéramos vivido mil experiencias
juntos, buenas y malas, de esas que forjan realmente el amor, o al
menos eso es lo que yo creía que forjaba el amor hasta que lo que
pensaba que iba a ser un polvo, tiró por tierra todas mis teorías.
¿Donde nace el amor y porqué?, ya no lo sé. Lo que experimenté
con David no fue aquello de... que bien encajamos- cuanto placer
siento- que situación tan agradable. No, me penetraba con amor
delicado y salvaje, yo le follaba de la misma manera sin parar de
besarnos y cuando descansábamos hasta el siguiente asalto, las
caricias eran compulsivas, magnéticas, inevitables, suaves,
intensas, las manos transpasaban la piel, la sensación no quedaba en
la superficie, era como si mis manos se hundieran en su cuerpo y
fueran hasta el fondo de su ser, como si sus manos hicieran lo mismo
con mi cuerpo o con mi alma o con la materia de la que quiera estemos
formados.
Hicimos el amor en la cama, en la terraza, en el sofá, de pie,
sentados, tumbados, horas, horas, horas....
-¿Que hora es?
- No lo sé pero el cielo ya tiene algo de luz, va a amanecer.
- Tengo que recoger cosas de la huerta sin falta, ¿te parece que
durmamos una hora y luego me ayudas?
- No, me voy.
Y me fui. Amanecía, me acompañó para enseñarme el camino de
vuelta al pueblo. Las montañas estaban azules, el aire era azul, mi
cuerpo azul, mi espíritu bebía ese color.
Nos besamos y cada uno tomó su camino.
Dormí poco, dudé si quedarme un dia más, fui alargando el
momento de irme, llegó la tarde, llegó el rio y el dominó, llegó
él, nos miramos como si no hubiera pasado nada entre nosotros, pero
él sonreía tal vez que pensando en que me quedaría una noche más.
Se hacía tarde, se hizo de noche, dije que regresaba a Madrid, tenía
sueño, cansancio y miedo. Le di un abrazo, me lo devolvió como
quien abraza a una desconocida:
- bueno, adiós, hasta pronto.
Ya en el coche, furia conmigo misma. Estuve a punto de dar la
vuelta y volver para pasar una noche más con él, también por miedo
a estrellarme, había dormido dos horas e iba mareada.
Lucha interna brutal, dudas, llanto, gritos. Hablaba sola como una
loca, gritaba, me gritaba, gritaba a mis miedos, les insultaba, les
agredía, les desafiaba.
Luego la calma y con la calma mis ojos se abrieron, desapareció
el sueño, no hice ninguna parada. El llanto furioso se transformó
en un llanto sosegado y dulce que acariciaba mi alma pero no era
condescendiente ni transigente con ella.
Me perdoné no sin antes jurarme que no volvería a detener una
bella historia por causa de mis miedos. No lo haría, ¿lo he
conseguido?, no lo sé.... los miedos son bestias poderosas a las que
se desarma sólo mirándoles a los ojos con sencillez, sin
argumentos. Si discutes con ellos siempre ganan, son los amos y
señores de las teorías más complejas y retorcidas, por eso el
único arma posible es ponerse desnudo frente a ellos y decirles:
aquí estoy, así soy, sin nada que me cubra ni me proteja de
vosotros. Entonces, como por arte de magia huyen despavoridos porque
la esencia es indiscutible.
"Los amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se
quedan ahí. Ni el recuerdo los puede salvar, ni el mejor orador
conjugar". Silvio Rodríguez.
Me he atrevido a conjugar este amor fugaz en la esperanza de que
algo se salve en mi recuerdo.